Michael Rodriguez, 06 de mayo, 2023.
Desde joven, siempre tuve la ilusión de formar una familia y ser un padre ejemplar. Venía de una familia disfuncional y quería ser diferente a mi padre, quien se alejó de mi hermana y de mí después de su divorcio, siempre fue distante con nosotros y poco preocupado para todo eso que nosotros necesitabamos. Así que, cuando conocí a la madre de mis hijos a los 20 años, supe que tenía la oportunidad de cumplir mi sueño.
Todo empezó cuando ella llegó al negocio donde trabajaba, fue imposible no verla diferente. En varias ocasiones pude hablar con ella sobre temas que le interesaban. Un día me atreví a ofrecerle mi número de teléfono para que me consultara lo que necesitara y así empezamos a hablar y conocernos. Ambos estábamos estudiando así que los ratos libres eran para compartir y conocernos.
Se fue formando una relación entre ambos y era un momento muy bonito, poco a poco nos dimos cuenta de que queríamos formar una familia juntos, parecía que teníamos mucho en común y las ideas que le contaba le sonaban muy bien.
Al pasar de un tiempo dejamos de usar anticonceptivos y hablamos de la posibilidad de ser padres. No nos importaba que la universidad no hubiera terminado, yo me sentía enamorado y decidido, suficiente para seguir juntos sin miedo a nada.
Y así fue como recibimos la impresionante noticia de que seríamos padres. Nuestras familias estaban igualmente impresionadas, pero nos apoyaron en todo momento, cuando supieron que era niña las emociones desbordaron a ambas familias. La primera nieta de la casa, nos llenaba de felicidad.
Al comenzar el embarazo vivía unos días en la casa de ella y otros en la casa de mi madre, pero poco a poco nos ganó la ilusión de ser padres y pasaba más tiempo con ella en la casa de sus padres. Un día, decidimos que era momento de tener nuestro propio espacio y con mucho esfuerzo logramos alquilar un apartamento. La llegada de nuestra hija fue el momento más emocionante de nuestras vidas.
Sin embargo, pronto empezaron a surgir problemas en nuestra relación. Mi pareja era un poco celosa y explosiva y los pequeños problemas se convertían en discusiones que a veces terminaban con ella yendo a casa de sus padres. La situación me hacía sentir terrible, porque mi sueño de tener una familia era inestable y mi hija crecía en un ambiente nada sano.
A pesar de todo, yo no hacía más que trabajar, estudiar y estar con ellas en casa. No tenía interés en fallarles, porque mi hija era mi mayor tesoro y mi oportunidad de ser un padre ejemplar. Paso el tiempo y la situación se volvía más intensa, la suegra opinaba mucho y de forma muy negativa, influyendo en nuestra relación y deteriorándola rápidamente.
Con un dolor profundo en mi corazón, tuve que aceptar que la separación era inevitable. La decisión no fue fácil, pero era lo mejor para mi hija y para mí. Sabía que tenía que seguir luchando por ser el padre que siempre había querido ser y aunque mi relación con mi pareja había terminado, mi amor por mi hija y mi deseo de ser un buen padre nunca se desvanecerían.
Así, mi sueño de ser padre seguía en pie, pero la forma en que había imaginado mi familia había cambiado. Pero estaba decidido a hacer lo que fuera necesario para que mi hija tuviera una vida feliz y llena de amor.
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